Homenaje a Paul Pierce
- Luis González Morin
- 18 jul 2017
- 2 Min. de lectura
Paul Pierce dejará de ser jugador de baloncesto y dejará de serlo con la camiseta de los Boston Celtics puesta, como debe de ser para la leyende celtic.

Paul Pierce anota un triple decesivo en la cara de LeBron - fuente: USA Today
Lejos quedan ya esas noches inolvidables,
esas noches en las que empezaba tu idilio con el basket,
cuando no veíamos equipos ni jugadores,
cuando solo veíamos dorsales y colores.
Esas frías noches en las que un número 34 de color verde,
te hacía levantarte con un colacao caliente y una mantita.
Ahí estabas tu gritando cada triple por dentro,
sin poder hacerlo por fuera por el miedo de despertar a tus padres.
Tener esa sensación de victoria después de veintidós años,
esos veintidós años en los que vivimos nuestros peores días,
en los que el frío y la tristeza de la derrota nos perturbaba cada descanso,
el dolor que sentíamos al ver a la mejor franquicia de la historia en los puestos más bajos
eran dolores indescriptibles, punzantes y dañinos,
Pero este número 34 nos devolvió la ilusión, la sonrisa perdida y el legado de Bird,
también nos devolvió esa rivalidad,
una de las mayores rivalidades de la historia, el morado y el verde, frente a frente.
Esa combinación tan bonita, tan especial y tan gloriosa,
que es sinónimo de pasión, gloria y corazón.
Dos equipos que volvieron a encontrarse,
dos equipos que han hecho historia y la siguen haciendo.
Pierce, nos hizo contemplar cada 11 segundos,
su garra, su esfuerzo y su dedicación,
demostradas en puñaladas de sudor,sangre y lágrimas.
Esos 11 segundos para el son 11 heridas,
esas 11 heridas que casi nos hacen perder, aquello que no perdimos,
un jugador de época que derrama humildad, trabajo y sinceridad,
esa sinceridad que le hizo ganarse su sobrenombre,
ese trabajo que le hizo llegar a ser el mejor del mundo en su día,
esa humildad que provocó furor por su verde camiseta.
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